El turismo se consolida como uno de los pilares más fuertes de la economía dominicana. En 2024, el país rompió sus propios récords al recibir 11,2 millones de visitantes, un flujo que supera incluso su población nacional. Este fenómeno no solo se traduce en cifras turísticas históricas, sino en un impulso directo al Producto Interno Bruto, al empleo y a las inversiones productivas.
Según estimaciones del WTTC (Consejo Mundial de Viajes y Turismo), el sector generó ese mismo año 20,5 mil millones de dólares, lo que equivale al 16,1 % de la economía local. Este aporte no es únicamente cuantitativo, sino que se refleja en cadenas productivas: hoteles, transporte, servicios culturales, gastronomía y sector inmobiliario se nutren del flujo de viajeros. El turismo ya no es un simple segmento económico: es una columna vertebral para el desarrollo nacional.
Pero detrás del crecimiento sostenido hay estrategias bien definidas. Se han destinado importantes recursos a la infraestructura —restauración de zonas patrimoniales, mejora de accesos viales y recuperación costera— con el fin de elevar la calidad del destino. Asimismo, las campañas de promoción digital han cobrado protagonismo, reduciendo costos y ampliando el alcance hacia mercados estratégicos.
Esta apuesta creciente no está exenta de desafíos. La alta dependencia del turismo externo expone a la nación a choques globales —pandemias, crisis económicas o restricciones de movilidad—. Para reducir esa vulnerabilidad, uno de los objetivos es diversificar la oferta: turismo cultural, ecoturismo, destinos emergentes como Samaná o Miches, y propuestas nicho de lujo o naturaleza.
Además, el turismo es una fuente potente de empleo. Estudios académicos muestran que la industria turística tiende a generar puestos de trabajo significativos, con efectos positivos directos e indirectos. Pero no basta con cantidad: la calidad del empleo, la formalización y el encadenamiento con sectores de mayor valor agregado también deben fortalecerse para asegurar un impacto sostenible.
En suma, el país caribeño no solo ha encontrado en el turismo un motor de crecimiento, sino una ruta estratégica para diversificar su economía, generar desarrollo local y proyectarse internacionalmente. El reto ahora es consolidar esa posición, ampliar fronteras turísticas con sentido y construir un modelo resiliente frente a las olas del mundo.
![]()




