América Latina y el Caribe es una región vibrante, repleta de oportunidades y en constante transformación frente a adversidades globales. El Banco Mundial colabora con actores clave —gobiernos, sector privado y sociedad civil— para impulsar prosperidad, desarrollo económico inclusivo, educación, salud, seguridad alimentaria y resiliencia climática, con el objetivo de erradicar la pobreza y asegurar un planeta habitable. Sin embargo, los desafíos estructurales persisten, lo que exige estrategias adaptativas y sostenibles.
El crecimiento económico regional sigue siendo el más bajo del mundo. El Banco Mundial proyecta un modesto avance del 2,1 % en 2025, elevándose a apenas 2,4 % en 2026. Obstáculos como la baja inversión, el elevado endeudamiento y un entorno externo volátil complican el panorama, mientras la CEPAL también anticipa una recuperación tenue, particularmente en el Caribe, con un entorno marcado por vulnerabilidades estructurales y dependencia de choques externos.
La creación de empleos de calidad es clave para la resiliencia económica. Según los datos más recientes, la tasa de participación laboral femenina es del 68 %, frente al 93 % de los hombres. Además, un informe de la OIT determinó que, pese a una caída del desempleo regional al 6,1 % en 2024, casi la mitad de los trabajadores enfrentan empleo informal o precario; las mujeres participan menos (52,1 % vs. 74,3 %) y ganan un 20 % menos que los hombres.
La brecha educativa y de habilidades amenaza el acceso laboral de los jóvenes. Según PISA, tres de cada cuatro adolescentes de 15 años no alcanzan el nivel básico en matemáticas, y uno de cada dos está por debajo del promedio en lectura. Además, esos estudiantes registran un rezago promedio de cinco años respecto a sus pares en la OCDE. Por otro lado, un 84 % de empleadores planea capacitar internamente a su personal para afrontar la demanda de talento digital, incluyendo soft skills como liderazgo y resiliencia, esenciales frente a la aceleración tecnológica.
Finalmente, la infraestructura digital y los impactos climáticos son retos críticos. Dos tercios de los hogares tienen acceso a internet, muy por debajo del promedio de la OCDE, evidenciando una brecha digital con profundo impacto en oportunidades laborales. El cambio climático también presiona la región: se estima que hasta 5,8 millones de personas podrían caer en pobreza extrema para 2030 debido a efectos como la falta de agua potable, calor extremo e inundaciones; además, más de 80 millones de empleos dependen directa o indirectamente del agua.
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