En la década de 1950, las campañas electorales en Estados Unidos enfrentaban el desafío de operar con información limitada sobre las inquietudes y expectativas de los votantes. Los estrategas podían acceder al padrón electoral, lo que les permitía conocer el registro de los ciudadanos y su historial de votación. Sin embargo, esta información no era suficiente para tomar decisiones informadas. Para profundizar su comprensión, comenzaron a implementar encuestas de opinión pública, que aunque eran largas y basadas en muestras pequeñas, sentaron las bases para el análisis electoral moderno. Con el tiempo, estas encuestas se convirtieron en la columna vertebral de las campañas, refinando su metodología para obtener datos más claros sobre las determinantes del voto.
A medida que avanzó el siglo XXI, el impacto de la tecnología y el big data transformó radicalmente la forma en que las campañas electorales se diseñan y ejecutan. Las encuestas, aunque todavía se utilizan, han visto su papel cambiar. Hoy en día, la recolección de datos es instantánea, y las respuestas se procesan en tiempo real, lo que permite a los estrategas adaptar sus mensajes casi de inmediato. En campañas recientes, como las de Barack Obama, el uso de plataformas digitales como Facebook y YouTube resultó en una conexión efectiva con los votantes. Por el contrario, la campaña de Hillary Clinton enfrentó dificultades debido a su enfoque conservador en redes sociales, lo que subrayó la importancia de adaptarse a las nuevas dinámicas del electorado.
Actualmente, las campañas dependen de la acumulación masiva de datos proporcionados por compañías especializadas que ofrecen información detallada sobre los votantes. Esta personalización de la propaganda permite a las campañas dirigir mensajes específicos a segmentos muy precisos de la población. Sin embargo, a pesar de la eficacia de estas estrategias para ganar elecciones, persiste la pregunta de si este enfoque centrado en los datos también se traduce en una gobernanza efectiva, lo que invita a una reflexión crítica sobre el uso de la ciencia en la política.
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